7.4.08

Bajas de guerra: Un monolito y el último hombre vivo

En los últimos días, el Averno se ha llenado de almas más célebres de lo habitual, o al menos especialmente significativas en campos en los que Cyberno tiene especial interés.
El 19 de marzo partió hacia las estrellas Arthur C. Clarke, uno de los más grandes genios de la Ciencia-Ficción, como ya definió Asimov en sus estudios sobre el género, y algo no difícil de demostrar. Aunque es principalmente conocido por su aportación al guión, junto a Stanley Kubrick, de 2001: Una Odisea del Espacio (y sus dos secuelas), que simultáneamente convirtió en novela (aunque partió en origen de un relato suyo, El centinela), muchas otras son sus aportaciones al género humano por excelencia, como pueden ser En las Arenas de Marte, la Ciudad y las Estrellas, Regreso a Titán, o Cita con Rama.
Además, su aportación no fue solo en ese terreno, pues fue también un importante investigador que definió el modelo de órbita geoestacionaria de los satélites artificiales (llamada orbita Clarke en su honor), tras un trabajo de investigación al finalizar la II Guerra Mundial. Fue varios años presidente de la BIS (Sociedad Interplanetaria Británica), ya que la astronáutica fue siempre uno de sus grandes intereses, como no es difícil adivinar, y comentó las misiones de los cohetes Apolo para la televisión americana. Un asteroide lleva su nombre, y una especie de dinosaurio ceratopsiano fue nombrado como Serendipaceratops arthurcclarkei en su honor.
En sus últimos años vivía en Sri Lanka, lejos del ruido de occidente, y por su gran admiración por la cultura india. Ahora, flota por entre las estrellas de la mano de Bowman y su feto espacial.
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Otro que más recientemente a dado el primer paso hacia la canonización, es el que fue conocido como Moisés, Judah Ben-Hur, Rodrigo Díaz de Vivar (El Cid), San Juan el Bautista, Miguel Ángel, el Coronel Taylor, o Robert Neville, en el universo eterno del celuloide.
Aquí en la tierra le conocíamos como Charlton Heston. Y aunque polémico por causas extra-cinematográficas en los últimos tiempos, es innegable su aportación como actor en la historia del cine. Aunque fue el actor bíblico por excelencia, viajó a lo largo de la historia, desde la antigua Canaan, pasando por el imperio romano, la edad media, y hasta el renacimiento, el oeste americano, la II Guerra Mundial, e incluso el futuro (en varias opciones).
Conoció un planeta en el que él era el único hombre vivo (The Omega man, El último hombre vivo, 1971), sufrió la superpoblación de la tierra (Soylent Green, Cuando el destino nos alcance, 1973), y llegó tan lejos que conoció a los herederos de este planeta tras el hombre en El Planeta de los Simios (Planet of the Apes, 1968 y 2001), en ambos bandos del follón (Humano en El planeta de los simios, de 1968, y simio recalcitrante y beligerante en su versión de 2001).
Aunque al final de su vida defendía sus derechos a portar armas en los EE.UU. (basándose, no olvidemos, en uno de los postulados de la Carta Magna estadounidense), durante los cincuenta, sesenta y setenta fue un destacado activista en los derechos de los actores, se reveló en la caza de brujas McCarthy y se negó a colaborar en las declaraciones, apoyó la integración de la raza negra y a Martin Luther King y participó en las campañas de los Kennedy. Pero de ser un demócrata convencido (muchas de sus películas no dejan lugar a dudas por su alto contenido crítico), pasó a ser un republicano entusiasta.
Lecturas políticas a parte, fue uno de los pioneros del amor universal, al protagonizar el primer beso inter-especies del cine con la simia Zira, y elevar la zoofilia a los altares de los plausible.

1 comentario:

karmotroncho dijo...

Uno de los besos más significativos de la historia del cine, desde luego.