Y continuando con la semana verde del comic, con ustedes Green Arrow, o lo que es lo mismo, Flecha Verde, o más vetustamente, el Arquero Verde. El motivo, la mini-saga que guionizó Kevin Smith hace ya unos años y que aquí público Norma en dos tomos cuando tenía bajo sus alas los derechos de DC Comics.
Aunque es un personaje que actualmente goza de cierta celebridad, merecida, entre el fandom blogero y comiquero por sus historias de contenido comprometido, lo cierto es que su primera aparición data de 1941 en la revista More Fun Comics, en su número 73 y acompañado del más consolidado en su momento Aquaman, de la mano de Mort Weisinger y George Papp, autores de la época sin demasiada trascendencia posterior. En su momento, era casi una versión “luminosa” de Batman, siendo también un tipo sin poderes pero con multitud de gadchets, millonario de día y erradicador del crimen por la noche en su ciudad, en este caso Star City. Vestido como un moderno Robin Hood todo teñido de verde, cual Errol Flynn trasnochado, sus flechas en forma de puño, pegajosas, o de mil formas y colores a elegir, detenían a los malosos ladrones, mafiosos o pillastres de poca monta. Tenía un ayudante jovencillo (y que manía con los DC-eros tempranos del ayudante alevín, algo se traían entre manos) llamado Speedy (un trasunto de Robín mal disimulado), y no es que tuviera un éxito abrumador pero el personaje se consolidó y sobrevivió en el universo DC, muchas veces como invitado en otras series más que en la suya propia, de la que careció en ocasiones.
El reconocimiento le vino a finales de los sesenta, cuando los guionistas decidieron darle un giro a su planteamiento, el millonario Oliver Queen (su alter ego) quedaba arruinado y sus aventuras tomaron un trasfondo mucho más social y comprometido, defendiendo los derechos civiles. Se unió al que se sería su mejor amigo, Green Lantern, y juntos protagonizaron una serie de aventuras que tocaban el tema de las drogas, de manera un tanto inocente para nuestros días, pero revolucionarias y comprometidas para la época, dibujadas por el siempre estupendo Neil Adams. Esto lanzó el personaje hasta hoy, en que sigue en la brecha ya como Alcalde de su ciudad natal, y dirimiendo en política su arco y flechas esmeraldas.
La serie que nos ocupa, El Sonido de la Violencia, fue uno de los puntales de la nueva juventud de este personaje, una de las incursiones en el comic del cineasta Kevin Smith (anteriormente había dejado su impronta en Daredevil, de la Marvel), e impregnando de su estilo los diálogos de los personajes, siempre entre el humor, el sentido de la aventura y el drama descarnado. La saga en sí no es ninguna aventura decisiva ni un hecho realmente trascendente, pero su lectura es una delicia que se disfruta no solo como un comic entretenido, que ya es un valor, sino un baile de referencias que fascina y engancha al personaje.
Olli (como le llaman cariñosamente sus amigos, diminutivo de Oliver) acaba de volver de entre los muertos y esta decidido a reconquistar a la que fuera su amor definitivo, Canario Negro, conocer mejor a su hijo recién descubierto (que había ejercido de Green Arrow en ausencia de este), lidiar con una joven aspirante a Speedy, y todo esto mientras un loquito de las onomatopeyas (guiño intra-comic de Smith, un personaje que repite las onomatopeyas, sin las cuales no existiría el lenguaje del tebeo super-heróico) se dedica a liquidar superhéroes. Ya solo los diálogos son de antología; el flechas discutiendo con Hawkman:
Green Arrow: ¡Fascista volador!
Hawkman: ¡Memo moderno insoportable! ¡Beatnik anacrónico!
Green Arrow: ¡Bah, chupa-reagans!
E incluso se permite soltar perlas acerca de características propias del propio comic que guioniza y su época pasada, respecto a la moda de los ayudantes jovencillos (“¿Le enfundábamos un traje a un chaval y nos los llevábamos a pelear solo porque éramos ricos y nos aburríamos? ¡Me sorprende que no nos arrestasen!”), casi como si fueran Dante y Randall charlando de comics frente al QuickStop. A veces incluso esperas que aparezcan Bluntman y Chronic (alter-egos superheroicos de Jay y Bob el Silencioso) para echar un manilla, pero sin desmerecer como comic de acción, ya que sus escenas de peleas son de las mejores en cuestión de emoción y golpes inesperados.
El dibujo de Phil Hester ayuda, y mucho. Su estilo “cartoon”, semejante al de Bruce Timm o Darwin Cooke, le va al personaje como anillo al dedo, con ese ligero toque autoparódico que termina por revelarse como el más idóneo para la aventura pura y el comic como esencia entre las aguas de los dioses Kirby y Eisner, asentadores de bases del comic desde la década de los cincuenta. Ya había trabajado con Smith en los comics de este basados con los personajes habituales de sus películas, y además se ha afincado como dibujante habitual de la serie, lo que es de agradecer ya que perfila al Green Arrow más atrayente de prácticamente toda su existencia. La serie actual es publicada en una serie bimestral dentro de la cabecera Green Arrow/Green Lantern por Planeta (como si todo lo verde fuera de la mano), siendo un mes de un personaje y al otro del otro, y lo cierto que ambas son estimables y recomendables como lecturas satisfactorias.Damos desde aquí un alzamiento a este personaje, que se presenta como casi nuevo para una nueva generación de lectores que le descubren, y que ante un primer posible rechazo por sus pintillas en mallas verdes de zorrillo de Sherwood, tras una lectura detenida se revela como una colección muy a tener en cuenta.
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