Nunca sabes lo que te vas a encontrar a la vuelta de la esquina. Así como en el maravilloso mundo comiquero un día te levantas, te frotas los ojos y desalojas legañas brillantes y duras como pepitoides de oro, y ves con otros ojos lo que siempre has tenido delante de las narices.
En este caso, un clásico inamovible del comic francés como son los albumes del Teniente Blueberry, visión nada ortodoxa de dos franceses del western más mítico.
El oeste en viñetas es Blueberry.
Y más concretamente, la última saga del Blueberry más maduro, escrita y dibujada por Jean Giraud (nuestro Moebius de toda la vida), bajo los designios del ya desaparecido Jean Michel Charlier, guionista original de la serie (los primeros 23 albumes).
En esta serie, integrada por los albumes (y en este orden) Mister Blueberry, Sombras sobre Tombstone, Gerónimo el Apache, O.K. Corral y Dust (todos ellos religiosamente publicados en la piel de toro por Norma), se mete de lleno en los incidentes del célebre duelo de los hermanos Earp y Clanton, con la figura del líder apache Gerónimo, y un Blueberry contando sus vivencias a un periodista de Boston.
La historia es sencilla y fluye sin problemas, haciendo un retrato conciso y reconocible de cada personaje y dejando ir la historia por los lugares comunes que todo conocemos, con la sordidez y violencia que el entorno requiere. Entretiene a sobremanera e instruye a la par, que no es poco. Pero el dibujo va más allá. Giraud firma con su nombre real cuando trata temas terrestres y mundanos, y como Moebius cuando se zambulle en la Ciencia-Ficción (como El Incal o El garaje hermético). Pero la mano es siempre la misma, y si bien en los primeros albumes sabía diferenciar muy bien los dos estilos y había gente incluso a los que engañaba, creyendo siempre que se trataba de dos autores distintos, en esta última saga, iniciada en 1995 y finalizada diez años después, se libra de las ataduras y su mejor dibujo, suelto pero detallista, le hace lucirse como el maestro que es.
Personajes perfectamente distinguibles, un trazo seguro en una línea muy limpia y un color de lujo lo proponen como una escuela de dibujo con tapas. La narrativa sigue un esquema clásico, que sin embargo se permite romper el ritmo con inclusiones de figuras fuera de cuadro, figuras exentas que se iconizan, y escenas oníricas para los flashbacks del mítico pistolero.
Es un comic que está en todas las bibliotecas, que siempre está entre los clásicos, y que aún hoy día sigue dando razones de peso para estar donde está.
Y que no lo mueva nadie.
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(De regalo, la relación de portadas de los albumes integrantes de esta saga Blueberriesca. Para que no digais que no os regalo nada.)
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