Una delicia para gourmets del noveno arte, eso es lo que es esta saga publicada en los números 16, 17 y 18 del actual volumen (el 2) de la serie de Superman editada por Planeta (integrada por los americanos Action Comics 858 a 863), y que bien hubiera valido una edición en tomo aneja, de tapa dura y letras en oro. Puede parecer entusiasta, pero hacía tiempo que no se editaba un comic con ese sentido de la aventura de tiempos pretéritos, con la única pretensión de la evasión más fascinante, y que leyéndola te hace sentir como cuando con 12 añitos te lanzabas al kiosco a por tu ración mensual superheroica.
No se trata de una historia decisivísima del hombre de acero, ni tampoco cambia su status quo en el universo DC, pero la diversión que aporta es como la de un canapé de ambrosía: aislada, se hace corta, pero su sabor delicioso te acompaña un buen rato. La labor de Geoff Johns al guión no le va descubrir nada al enterado, que sabe capaz al escritor americano de las mejores historias con sabor clásico, y de remontar sagas y personajes (véase el actual Green Lantern, Linterna Verde para los amigos), con solvencia y el sentido del espectáculo más genuino y clásico, además de un conocimiento enciclopédico de la continuidad y un respeto a los personajes que más quisiéramos para todos los autores. Pero al neófito le hará descubrir la esencia del comic de superhéroes, aventura y diversión bigger than life.
En la historia se retoma la relación de Superman con la Liga de Superhéroes del siglo XXXI, a los que conoció siendo Superboy, integrando esto en la era post-Crisis, donde se reseteó todas las aventuras del hombre de acero pre-Metrópolis, en un ejercicio de nostalgia que hace que empaticemos con un personaje como el kriptoniano, con sus sentimientos a pesar de su invulnerabilidad innata, en ese encuentro con los viejos amigos ya crecidos y en un entorno propicio para la aventura, donde inesperados giros van haciendo que no puedas dejar de leer página tras página. Brainiac 5 y sus compañeros requieren de la ayuda de Superman en un futuro donde las cosas han cambiado, y ha dejado de ser la utopía tecnológica que se presentaba en los años 50 y 60, convertido en un lugar de paranoia extraterrestre con ingeniosos guiños a la ciencia-ficción del terror atómico. A partir de hay, nada es como Superman recordaba, y el peligro y la traición acecharán en cada recodo del camino.
Y si bueno es el guión, el lápiz de Gary Frank no le va a la zaga. Y es que si la historia evoca esos tiempos de nostalgia pijamera, el dibujo da con el dardo en el centro de la diana con un estilo sencillo, casi de línea clara, y tomando como referencia para su Superman al canónico por excelencia en nuestros recuerdos infantiles (treintañeros, todo hay que decirlo): el encarnado por Christopher Reeve en las películas de Donner y compañía. No es el saco de músculos al que estamos acostumbrados, es el superhombre de corpulencia normal, angulosos rasgos llenos de expresividad, y el recuerdo constante del actor que nos hizo creer que un hombre podía volar (hasta toma expresiones faciales típicas del actor en las películas). Este acierto gráfico hace que las retinas se te peguen aún más al papel impreso de bonitos colorines, amen de un color encandilante donde el brillo del traje de Superman contrasta con la suciedad de un futuro en problemas. Ojala este autor se prodigue más con este estilo, que muchos bienes hará al Hombre de Acero en sus aventuras comiqueras.
Dos elementos que hacen de esta saga un imprescindible para el lector habitual, y una buena manera de disfrutar puntualmente de un personaje tan icónico en el mundo del cómic para el neófito. Puede despistar a más de uno el hecho de hallarse integrada en la colección regular, con la duda de si debe leer cómics anteriores para seguir la historia, como por otra parte es habitual en la mayoría de las series actuales, pero nada más lejos de la realidad. Es una historia independiente de seis números, que muy bien podría haberse publicado como serie limitada, o como ya dije, como tomo unitario en una edición maja.
Hubiera sido una de las joyas de cualquier colección. Y quien sabe, tal vez en el futuro…
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