Con una selección de autores europeos en su mayoría, la serie Siete que edita Planeta es una buena opción para aquellos que quieran acercarse a un comic diferente, más cercano a la tradición francesa que a la superheróica americana, y bien conscientes de ello, la editorial ha optado por hacerlo de buenas maneras, es decir, juntando las máximas de las tres BBB; bueno, bonito y barato. Cada tomo de entre 50 y 60 páginas (habitual en el álbum europeo), con tapa dura son solo 8.95 eurillos. Y no me pagan por decirlo, pero es reseñable en este caso. Son historias autoconclusivas, sin ningún tipo de nexo, con la única razón en común de siete personajes clave en la trama de cada comic. Siete albumes independientes, que pueden disfrutarse como perlas aisladas, o como parte de un experimento con buenas intenciones.
Siete Misioneros es el cuarto tomo de la colección, y en el que se cuenta la odisea de siete monjes medievales poco ortodoxos al intentar evangelizar a una horda de sangrientos vikingos, en un tono satírico pero no exento de seriedad y crítica.
La historia no es un dechado de originalidad, pero bien es cierto que cumple y entretiene sin casi altibajos, dando la sensación de que podría muy bien adaptarse al cine sin fisuras en una película bastante accesible. El guión de Alayn Ayroles mantiene el rigor histórico bastante dignamente, lo que hace sumergirse en la historia con bastante facilidad, y empatizar con esos siete monjes locos, almas caídas en pena que se entregan cada uno de ellos a uno de los siete pecados capitales (hecho que se describe de manera muy sutil, actuando cada uno de ellos tal y como se espera de su pecado), y que son enviados, como última oportunidad de redención, a una misión suicida de cristianización a un grupo de vikingos que atemoriza la zona, y que sirve al guionista para mostrar las hipocresias religiosas en una época convulsa (siglo IX en la Irlanda medival), amén de una inteligente crítica al papel de cualquier tipo de religión en las civilizaciones, en un inteligente juego cíclico que confiere a la obra un aspecto más trascendente.
Los personajes están muy bien definidos (en ese sentido, resulta sencillo si cada personaje está tan bien diferenciado según los pecados), y la trama es directa y sin vacíos argumentales, con sus dosis precisas de violencia, sátira y escenas históricas costumbristas.
El dibujo de Luigi Critone no solo apoya la historia; es sencillamente genial, un dibujo de linea clara, muy expresivo y detallista cuando se necesita, con unos encuadres muy cinematográficos, y un color de los que seducen con solo abrir la primera página. Su estilo encaja a la perfección, y su narrativa engancha y maravilla, ayudado por un color llamativo y perfecto, que salva incluso las pocas carencias del dibujo, y eleva el conjunto a un nivel gráfico superior que recuerda al clasicismo de épocas anteriores, con la patina de las nuevas tecnologías en el comic.
Un tomo muy recomendable, y una serie en su conjunto casi al igual nivel, con historias llamativas por sus premisas (como la que abrió la colección, donde siete psicópatas son replutados para asesinar a Hitler en un complot desesperado, u otra donde se narra una especie de secuela de La Isla del Tesoro, de Stevenson), con altibajos como suele ser en una serie multidisciplinar con tanto autores diferentes, pero con un nivel global rayando en la excelencia, que ya trataremos pormenorizados por aquí en el futuro.