Sí señores, mucho me temo que la literatura ha muerto. Pero que no cunda el pánico… ha resucitado, y con más hambre que vergüenza. Que 2010 es ya el año zombie no se puede negar, pero conviene saber a que se puede enfrentar uno ya que eso de que con solo reventarles la cabeza ya se les detiene, no siempre es cierto.
En cine, Zombieland nos ha hecho ver que matar zombies ingeniosamente te hace ganar puntos molones, y que no es solo una cuestión de supervivencia. Pero en las letras impresas podemos, y debemos, profundizar un poco más, por el bien de nuestras tiernas y suculentas carnes.
Max Brooks debería ser considerado el tipo más preocupado con el tema, ya que gracias a su Zombie. Guía de supervivencia, no deberíamos tener demasiados problemas el día que se desencadene el Apocalipsis Zombie, porque nos lo pone todo bastante masticadito (¡Glups!). Y si quieres saber como le fue a la humanidad en la gran guerra zombie de los últimos diez años, Guerra Mundial Z es una esclarecedora crónica de tan aciagos días, con los testimonios de primera mano por parte de los protagonistas. Políticos, militares, y gente de a pie te pondrán los pelos de punta con sus vivencias más extremas contra un enemigo imbatible. Y te será muy dificil dejar de leer hasta la última página...
En otro orden de cosas, la invasión zombie se sumerge incluso en los clásicos, como ya pasó con Orgullo y Prejuicio y Zombies, y ahora con las letras hispanas, con LaZarillo. Matar zombies nunca fue pan comido, escrita por el propio Lázaro de Tormes, y donde nos cuenta la verdadera historia de este pícaro del siglo de oro, en realidad mata-monstruos y otros menesteres. Esto abre las puertas al Quijote arremetiendo contra zombies en lugar de molinos, al Conde Lucanor reventando cabezas, y a una Celestina maestra en el noble arte de la resurrección.
Y para colmo de males (entiéndase, bienes), Dolmen saca su propia línea editorial de literatura exclusivamente zombie, que ya inauguró con Apocalipsis Z, de Manuel Loureiro (que empezó como blog diario de las desventuras día a día de un desdichado superviviente), de la que se ha publicado ya la secuela (con otra editorial, todo hay que decirlo). Los caminantes, de Carlos Sisí, Naturaleza muerta, de Víctor Conde, o Apocalipsis Island, de Vicente García, son algunas muestras de esta prometedora línea editorial, que ofrece buenos entremeses para los degustadores de vísceras y cadáveres fresquitos.
Ya en otras editoriales, la trilogía de David Wellington formada por Zombie Island, Zombie Nation y Zombie Planet nos propone la evolución de una Tierra completamente infestada por los come-cerebros, aunque desde El Cybernáculo no hemos tenido aún la oportunidad de comprobar la calidad de dicha saga. Porque como ocurre con cualquier temática que se pone de moda, y la publicación de relacionados empieza a masificarse, resulta muy sencillo el caer en subproductos oportunistas y carentes de un mínimo de calidad literaria (y más en un género donde lo podrido abunda… como los miembros gangrenados y los cuerpos cenicientos).
Lo que está fuera de duda es su máximo exponente en el ambiente comiqueril, la serie de Los Muertos Vivientes, de Robert Kirkman, uno de los pilares de este resurgir del subgénero zombie, y que todavía goza de buena vida por delante, por paradójico que resulte tratándose de resucitados voraces con tendencias antropófagas.
Pero eso es carne para otro post… Y en estos temas, a la carne hay que tenerla muy bien vigilada…